Y tú corazón,
qué de las cosas menos oportunas,
quién encierra látigos y fines de semana,
para qué conservo días y legos
con tu nombre.
Y tú, llama inerte,
qué vidas paralelas te devengan,
cuál de las estaciones en tu risa
se construye de finos lirios
y para quién desdeñas cada viernes.
Para qué llevo versos en vez de lengua,
para quién escribo tersas notas
al pie de tu vagina,
y por qué te invento obituarios
dulces y alegres sin tacto de muerte.
Dime, para qué sirven tantos poemas
sin dedicatoria
y tales cuentos sin voz ni foto,
finge que te alegran
y yo haré de cuenta que son tuyos
para siempre.
Y tú, corazón,
pregona tu labio inferior
y huyamos que cada línea sea
un verso roto y la siguiente
poco a poco, tu dios lento y enano.
Tú, corazón,
entérate lirios y verdes fresnos,
que hay menos cuentos crueles
en el mundo que entre tus piernas,
que no te escribo,
solo te entrego versos sucios y rotos,
que jamás te he seguido, jamás dibuje
alguna silueta de luna,
pero recuerdo tu cuerpo como el de pocas.
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