domingo, 11 de septiembre de 2011

Te amo y no sé por qué

A veces escribo para recordar tu nombre,
a veces sólo para olvidarlo
y dejar de inventarte,
en letras suicidas y en mentiras cadenciosas,
y abrigarme en la sombra de tu voz.

A veces te escribo
desde la sexta cuerda,
desde la forma indecible del sonido,
te siento tan lejana,
como aquél poema que se recita solo,
es a la vez, peligro y silencio.

No recuerdo el décimo noveno mandamiento,
no quise serte hiel,
ni dejar en tus venas
rastro de pecado, apenas
un aroma a libro orgasmo,
a manantial de todo aquello
del pasado como reliquia,
lo sabes por el silencio.

A veces te deseo,
a veces son seseos y susurros
en alguna habitación cercana
del más barato hotel que pueda pagar,
con cualquiera que no seas tú,
te recuerdo a mitad del soneto fálico,
pero no puedo recitarlo.

Te busco en mi nombre,
sin lamer tu recuerdo encadenado,
a veces te escondo en el vino,
y te ato con la cuerda sexta,
con alguna cadena que siempre estuvo rota.

Déjame en este verso,
que sea como aquél sueño
que tiene incorporado un amanecer contigo,
déjame siempre, déjame nunca,
sonríe siquiera, me gusta escribirte
a esta hora, sin relojes, cuando
me dejas en plena madrugada.

Te escribo porque sé que no me lees,
te leo porque sé que no me escribes,
te amo y no sé por qué.

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