Hora del rencor alegre,
hora de olvidar el tierno
lamento y poner las manos
en el agua por alguien.
Quizás el color de tu piel,
aquella sonrisa y el rubor,
tal vez ningún centímetro,
hayan muerto de vivir aquí.
Es tiempo de partir,
de quebrar relojes y dudas,
de inventar rencores nuevos.
Hora de dorar las palabras,
la medida universal del siento
es quizás ningún poema.
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