Cada amanecer es una cruel despedida,
es un cruel recorrido de versos y sonrisas,
sabemos pocos nombres,
muchos de ellos impersonales y veredas
salvajes, sabemos de los orgasmos,
pero el cieno carcome noches
y no devuelve templos ni papel ceniza.
Cada amanecer deglute
noches y vientos en la sien,
sabemos nuestros nombres por los gemidos
del sexo y del café, fieles en tanta
incertidumbre.
Sabemos que las puertas se entreabren
para cerrarse, para dejar prisioneros
sin versos rotos, sin ningún pecado,
te sé casi tanto y nunca que jamás
es tu destino y te quiero sabiéndote así.
Tengo tu sonrisa en mi reloj,
y tus dedos en algún otro poema,
tengo algún amanecer barato y ausente,
te sé por tu nombre y por los cuentos
paralelos que nunca te escribo.
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