Exactamente lo que no temo
son los días de ausencia,
de tus huidas, del blanco seso
sin noches en vela.
Y temo tu compañía ausente,
la misteriosa luna que se queja
de tan poca oscuridad y no tiene
algún recodo para iluminar
tu silencio, hecho de libros
muertos, tal misterio
para tanta decencia.
Temo tus pasos viniendo de lejos,
te muestro los míos sin necesidad
de llanto, te amo así, sin miedo.
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