Estás ahí, en el versículo
33 después del verso triste,
estás aquí debajo del landó,
nunca antes y siempre por ahora,
sólo el vino y lo relojes
saben de tus dedos,
estás ahí en el trueno virgen,
en la emoción sórdida,
cantar para morir y morir sin ser sido,
estás aquí en los buenos días,
haciéndole falta a las ventanas,
rezando santos y terribles óleos
para estar despierto cuando amanezca,
amanecen muertes,
estridentes y mágicas,
estás ahí, después de la gloria eterna,
en el reglón perverso de la frente divina
y como nadie, en un lugar privilegiado del olvido,
estás ahí, a unos cuantos kilobytes,
para recorrerlos al son de almohadas,
estás y no estoy, y no le hago falta a nadie,
nadie siente relojes permanentes,
baratos arquetipos y procesos sin fiebre,
estás ahí justo aquí.
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