Ejerzo tu derecho a olvidarme,
ejerzo de perfil,
en doce meses terrestres,
ejerzo también las vocales
que no me pertenecen y aquellos adverbios
tristes de no lamer tus verbos.
Ejerzo tu derecho a negarme,
con las manos, eco sagrado,
en faltas ortográficas y ontológicas
tampoco, ejerzo el verbo fácil,
el dios de los segundos
con cello en mano y la avenida a cuestas.
Ejerzo miles de segundos,
antaño crueles, antes asesinos de minutos,
ejerzo tus manos y el decoro
de los años, ejerzo en un rincón
mi fe atea y aún convexa, todas
las mañanas contigo, con nadie.
Ejerzo mi derecho a escribir,
ejerzo tu derecho a llamarte por mi nombre,
a mentir en este verso
y dejarte nunca cuando te hayas ido,
y dejarte nunca cuando te hayas ido.
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